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Bólido de Tunguska | ||
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Localización del bólido de Tunguska | ||
Fotografía sobre los campos de Tunguska, después del evento meteorítico. | ||
Árboles calcinados y derribados en el típico patrón circular de los bólidos de alta energía (fotografía de la 2ª expedición de Kulik, 1927). | ||
Leonid Alekseyevich Kulik, experto en mineralogía, principal investigador del bólido de Tunguska |
El bólido de Tunguska (Тунгускы метеорит, Tungusky meteórit) fue una explosión aérea de muy alta potencia ocurrida en la meseta central siberiana, en las proximidades del río Tunguska Pedregoso, a las 7:17 del día 30 de junio de 1908.[1][2]
El fenómeno de Tunguska alentó más de 30 hipótesis y teorías sobre lo ocurrido. La detonación, similar a la de un arma termonuclear de elevada potencia, ha sido atribuida a un cometa[3] o a un asteroide. Debido a que no se ha recuperado ningún fragmento, se maneja la teoría de que fue un cometa formado por hielo. Al no alcanzar la superficie, no se produjo cráter o astroblema.
El sitio del evento está ubicado en la meseta central siberiana, próximo al río Tunguska Pedregoso (Podkámennaya Tunguska). Administrativamente está ubicado en el krai de Krasnoyarsk, en Rusia. en un una región llamada Evenkía que hasta 2007 tenía el estatus de distrito autónomo. Diversos estudios[¿cuál?] han dado distintas coordenadas geográficas del epicentro pero aproximadamente todas ellas está alrededor de: 60°53′N 101°54′E / 60.883, 101.900Coordenadas: 60°53′N 101°54′E / 60.883, 101.900
Su clima es un clima continental subpolar (Dfc) caracterizado por veranos muy breves e inviernos prolongados muy rigurosos con alta amplitud térmica estacional; con mínimas en invierno de -60 ºC en y máximas en verano de hasta +40 ºC. El permafrost en la zona tiene un carácter discontinuo. El bioma dominante es la taiga, un bosque de coníferas. El río Tunguska Pedregoso discurre de este a oeste, de manera paralela a los ríos Tunguska Inferior (al norte) y Angará (al sur), todos importantes afluentes del río Yeniséi. En 1995 se creó una reserva natural de casi 300 000 ha que incluye la zona del evento.
La etnia evenki (anteriormente denominada "tungus") es originaria de esta región.
Evenkia es un distrito con una densidad de población muy baja (0,02 habitantes por km2). La localidad más cercana al sitio del evento es Vanavara (en ruso: Ванавара), una localidad rural cuya población en el año 2010 era de 3150 habitantes.
No hay carreteras que sean transitables durante todo el año. El principal medio de transporte es la navegación fluvial y se realiza solo unas pocas semanas al año.
El bólido, de un diámetro estimado comprendido entre 40 y 190 m en función de su densidad,[4] detonó en el aire. La explosión fue detectada por numerosas estaciones sismográficas y hasta por una estación barográfica en el Reino Unido debido a las fluctuaciones en la presión atmosférica que produjo. Incendió y derribó árboles en un área de 2.150 km², rompiendo ventanas y haciendo caer a la gente al suelo a 400 km de distancia.[cita requerida] Durante varios días, las noches eran tan brillantes en zonas de Rusia y Europa que se podía leer tras la puesta de sol sin necesidad de luz artificial. En los Estados Unidos, los observatorios del Monte Wilson y el Astrofísico del Smithsonian observaron una reducción en la transparencia atmosférica de varios meses de duración, en lo que se considera el primer indicio de este tipo asociado a explosiones de alta potencia.[cita requerida]
La energía liberada se ha establecido, mediante el estudio del área de aniquilación, en aproximadamente 30 megatones.[3] Si hubiese explotado sobre una zona habitada, se habría producido una masacre de enormes dimensiones. Según testimonios de la población tungus —la etnia local nómada de origen mongol dedicada al pastoreo de renos— que lo vio caer, «brillaba como el Sol». Informes del distrito de Kansk (a 600 km del impacto), describieron sucesos tales como barqueros precipitados al agua y caballos derribados por la onda de choque, mientras las casas temblaban y en los estantes los objetos de loza se rompían. El maquinista del ferrocarril Transiberiano detuvo su tren temiendo un descarrilamiento, al notar que vibraban tanto los vagones como los raíles.[5]
El estudio del suceso de Tunguska fue tardío y confuso. El gobierno zarista no lo consideró prioritario —algunas fuentes indican que tenían mucho interés en hacerlo pasar por una «advertencia divina» contra la agitación revolucionaria en curso—, y no sería hasta 1921, ya durante el gobierno de Lenin, cuando la Academia Soviética de Ciencias envió una expedición a la zona dirigida por el minerólogo Leonid Kulik. El clima permitió que la alteración de las huellas del impacto fuera muy poca. Hallaría un área de devastación de 60 km de diámetro,[3] pero ningún indicio de cráter, lo que le resultó sorprendente. En los años siguientes hubo varias expediciones más; en 1938 Kulik realizó fotografías aéreas de la zona, lo que puso en evidencia una estructura del área de devastación en forma de «alas de mariposa». Esto indicaría que se produjeron dos explosiones sucesivas en línea recta. En los años 1950 y 1960 otras expediciones hallaron microlitos cristalinos muy ricos en níquel e iridio enterrados por toda la zona, lo que refuerza la teoría de que pudo tratarse de un objeto natural de origen extraterrestre. También se encontraron pequeñas partículas de magnetita.
Una expedición italiana que viajó a la zona en 1999 anunció en 2007 que encontró un cráter (el lago Cheko) asociado al suceso.[6][7][8] Se trataría de un cráter de unos 50 metros de profundidad y 450 de diámetro localizado a 5 km del epicentro de la explosión. Los científicos afirman que han estudiado anomalías gravitatorias y muestras del fondo del lago que revelan este origen. Además, no hay testimonios ni mapas que avalen la existencia de este lago con anterioridad a 1908. Creen que se trataría de un fragmento menor del cuerpo impactante (cometa o asteroide) y que chocó a velocidad reducida. No obstante, los resultados de esta expedición no son definitivos, puesto que habría que obtener muestras más profundas. Algunos científicos han puesto en duda esta hipótesis, ya que consideran extraño que se generara solo un cráter menor, en vez de un gran cráter (como el Cráter del Meteorito, en Arizona) o un rosario de pequeños cráteres (como el Meteorito de Sijoté-Alín, en Rusia, o Campo del Cielo en Argentina). Además, existen árboles en el lago que aparentan tener más de cien años.
Los supervivientes de la zona afectada por la explosión la describieron como un hongo gigante que se elevaba por los aires.[3] Los animales huyeron, y las tiendas de los tunguses ubicadas a más de 50 km de distancia[3] volaron por los aires.
Es la teoría más aceptada actualmente por los científicos. Un cuerpo celeste —un cometa pequeño o quizá solo un fragmento— compuesto de hielo y polvo que estalló y posteriormente quedó completamente vaporizado por el roce con la atmósfera terrestre, permitiendo que todo el hielo se sublimara directamente a gas, que se dispersó por la atmósfera eliminando todo rastro de la explosión. Al observar los sismogramas del fenómeno Tunguska, estos corresponden a una explosión con una potencia de 30 megatones a 8 km de altura al ser comparados con los de explosiones nucleares aéreas. Según una hipótesis formulada en la década de 1930 por el astrónomo I. Astapovich y el meteorólogo F. J. Whipple, se trató del impacto de un pequeño fragmento de cometa[3] cuyo núcleo, dada la masa estimada, habría debido tener un diámetro de varios centenares de metros. La cohesión del conglomerado que constituye el núcleo de un cometa es muy débil como para permitir su desintegración rápida en la atmósfera, ocasionando una gran explosión de gran magnitud al impactar contra el suelo y vaporizándose. La destrucción ocasionada se debería, fundamentalmente, a la onda de choque atmosférica y, secundariamente, a la onda térmica. La trayectoria de caída indica que el cometa procedía de una dirección muy próxima a la del Sol, dificultando su observación —como cuando ocurren los tránsitos de planetas interiores— y menos si hubiera agotado sus sustancias volátiles que producen su cabellera o cola, reduciéndose a un agregado inerte tal como un minúsculo asteroide. El día anterior a la explosión hubo una nutrida lluvia meteórica llamada táuridas, y el cometa 2P/Encke, fuente de la misma, se encontraba muy cerca de la Tierra.[3]
Lo que vemos hoy del citado cometa es solo un fragmento de un cometa mayor que comenzó a desintegrarse hace unos 30.000 años,[3] por lo que es muy probable que un trozo del mismo haya impactado en Tunguska.
En 1989, los astrónomos D'Alessio y Harms[9] sugirieron que parte del deuterio de un cometa que penetró en la Tierra podría haberse fusionado nuclearmente, dejando una «firma» distinguible en forma de Carbono-14 en la atmósfera. Concluyeron que la cantidad de energía nuclear liberada habría sido casi despreciable.
Independientemente, en 1990, César Sirvent propuso que un cometa de deuterio, es decir, un cometa con una concentración de deuterio anormalmente alta en su composición, podría haber explotado como una bomba de hidrógeno natural, generando la mayor parte de la energía liberada en la explosión. La secuencia habría sido, primero una explosión mecánica o cinética, e instantes después una explosión termonuclear generada por la primera explosión.[10]
Ninguna prueba o sugerencia avala esta teoría.
La antimateria se desintegra al chocar con la materia. Así pues, se tendría un rayo de energía durante todo el recorrido hasta el punto donde toda la antimateria se hubiera desintegrado.[cita requerida] La única posibilidad de que se diera una formación similar sería que la antimateria hubiera caído en vertical, hacia el centro de la Tierra y se desintegrara por completo antes de llegar al suelo. No se conoce ningún proceso por el cual se pueda formar antimateria en medio del espacio. El espacio del sistema estelar no está por completo vacío —tiene una mínima densidad de hidrógeno—, así que tendría que haber una gran cantidad de antimateria para aguantar su viaje hasta la Tierra. Es poco probable que existan objetos así, ya que su choque con el hidrógeno espacial, aún en su pequeña proporción, emitiría cantidades de energía significativamente perceptibles.[cita requerida]
Aunque el fenómeno ha sido observado muchas veces, las tormentas magnéticas solo se producen en el seno de explosiones nucleares mucho mayores que ellas mismas. No hay rastros de ellas en Tunguska.
La conclusión más aceptada hoy, por la mayoría de los astrónomos,[3] es que el bólido de Tunguska se debió a la colisión de un fragmento del cometa Encke, que se volatilizó antes de tocar el suelo.[cita requerida]
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